jueves, 20 de noviembre de 2008

Esclavos de los suspiros

La sencillez del roce de mi mano en su nuca,
Así suelen empezar nuestros momentos…

La fuerza de una caricia dulce, delicada nuca y atentos dedos,
La sutileza de un cerrar de mano y la tracción de un brazo firme.
El abandono y el cierre de sus ojos,
El retorcer de sus labios, el olvido de su respiración,
El curvar del cuello siguiendo la mano
Un contacto repentino de los vientres
Inspiración abrupta y regreso en el instante,
El entrechocarse de las bocas y los dientes.

Es una mezcla de dulce placer, y tierna lentitud,
De salvaje deseo e irrefrenable actitud…
Somos animales.
Dos depredadores desgarrándose los labios
Con la ternura del amanecer de mi mano sobre su mejilla,
Mientras las lenguas se provocan,
Las respiraciones se aman en un suspiro,
Nuestros lívidos sobrevuelan cerca del techo del retiro
Presas de segundos de locura, en sus prisiones sin rejillas.

Somos el deseo contenido en explosión permanente.
El erguir constante de mis intimidades,
El llorar incesante de sus entre-mitades…
La atracción irrevocable de dos polos hambrientos de complementarse.

Soy la expresión en cada instante de mi lengua sobre su cuello,
Del temblor que provoca el pasar de sus dedos por mi cintura,
La materialización de sus fantasías en cada movimiento,
Los escalofríos, la inmovilización, con sus uñas por mi espalda.

Somos el inclinar de las verticales sin remedio!
El estado tumbado del alzar de los deseos,
La consumación horizontal de un fuego sin aire
Quemando por dentro.

Somos la impaciencia tranquila de los que sin correr anhelan la meta.
Apresurados en la lentitud de cada momento,
De los que no pierden el tiempo desvistiéndose con esmeros,
Somos el arrancar de la ropa,
El quita sin pon, energético los ojos en los ojos,
Cada uno de su lado.

Son mis labios sobre su barriga,
Mi lengua entre sus pechos,
Mi respiración en su cuello,
Y otra vez dejo de ser yo entre sus labios.
Su mano apresurando una creciente parte de mi ser,
Su lengua rebotando en la tortura de mi ser,
Soy el sentir de mis gemidos entre sus labios.
Es la yema de mi dedo en sus labios al nacer,
La punta de mi lengua temblando en ella al hacer,
De ella mi esclava, su intimidad entre mis labios.

Somos el altruismo egoísta del cosechar de cada día,
El “carpe” del placer, del placer de cada día.

Soy el sufrir del recuerdo de mis dedos por sus piernas,
Mis ojos por sus colores, de su pie sobre mi palma,
Del tacto de sus caricias de sus manos por mi brazos,
Al estar encima de ella, y al escuchar sus “lentos”…
El gozar inolvidable de los momentos elásticos,
A punto de romperse estáticos en el tiempo,
La fractura siempre a punto, la demencia en cada roce,
La cadencia inturbable, paciente en su diluvio.
Soy la sorpresa del despertar,
El improvisto del improvisado,
El renovar de la consciencia,
Profundizando el alcance.

Soy el éxtasis en sus temblores,
La fuerza segura en sus terremotos,
La tortura incesante,
Esclavo paciente de sus gemidos.
Soy la felicidad reflejada de su cara complacida,
La placidez de su reposo sonriente,
Después del arco de su cuerpo torturado,
Convulsionado al sentirla en su vientre.

Soy la tranquilidad torturada a punto de explotar,
Un universo a punto de irrumpir,
Un cuerpo mojado del sudor de mis esfuerzos,
Sobre el suyo satisfecho desechos ambos al fin…
Soy la primicia de un huracán y sus destrozos,
Un tsunami en potencia en el fraguar de sus sollozos
De placer irracional, animal por momentos….
El nacer de una irrupción en las entrañas de mi cuerpo.
Soy la estrella blanca, el reseteo cerebral,
El salir de mis carnes mientras ellas se retuercen,
El estallido del alma en un gemido desconcertante,
La implosión de un instante en mi espacio sideral.



Esta es la quietud de nuestros después-es,
El agua apacible, de nuestras caricias de superficies,
Donde solo pocas notas ondean efemérides,
Entre las olas humeantes de los porro del después.


PD: Algunas flores no se pueden describir
Por miedo de verlas marchitar sin su secreto.

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