miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sonrisas negadas

Me he comprado una escopeta de feria para gatos. Nunca fui de los que seguían un culo. Debo tener complejo de rebelde crónico, cuando me veo persiguiendo las sombras de huellas ajenas, bifurco. No es que me asuste pelear, menos luchar por lo que quiero, es que estoy tan insensible a las ostias que ya no me interesan. Busco sensaciones fuertes. No tengo tiempo para medirme la polla con nadie, menos demostrar interés. No te quiero Andres, bastante tengo con trabajar mi amor propio, no me quedan balas para alimentar el ego de otros. Uno se vuelve pragmático, práctico, manda mandar callar al cerebro para minimizar los destrozos. No es que pretenda ni aspire a cosas fáciles, simplemente con la edad, cuando uno quiere, uno fluye. Así que ahora disparo indiferencia desde las ventanas de apps de mi movil al gato callejero. Las balas de verdad dejan las calles sucias, el silencio es el mayor de los desprecios para quien espera ser recordado. Gestos primos, y primer paso. Tiernas guerras, bailes de pantomimo. Acariciar con las garras con sumo placer al pretender domar con la correa. Prefiero los lazos, la delicadeza de los nudos, a diferencia de las correas, forzarle el impulso, libera la presa. Los lazos necesitan de reciprocidad, las correas de perros. Nunca se me dio bien corresponder a quien espera sin dar.
Bailes de palabras, dramaticemos, maldito gato. Sabes de sobras lo que inspiras, explotar tu ventaja no te honra. Mis palabras son diferentes, alegó legítima indiferencia! Defenderme de tus trucos es tarea ardua, tus curvas son de mis retinas, el laberinto que tus escasas sonrisas negadas son a mi cordura.

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