Hay vacíos ciegos que dejan sin aires como una vuelta en apnea de las profundidades del hades, como un despertar sin humedades, frió en una cama solitaria.
Despertares anudados por las tripas, cuando de tripas corazón, el nudo agarrota la garganta.
Hay despertares crueles como la primera despedida, en el primer andén, como las fotos viejas en blanco sobre negro, la cabeza agacha, odiando la oscuridad del horizonte, escondiendo la mirada.
Hay seguridades tenebrosas como la resignación de los suicidas, liturgias de muertos vivientes, pues paseamos nuestros cuerpos vacíos, arrastrando los pies.
Convicciones que solo traen la duda “De verdad valió la pena?”, “Y que habrá a partir de ahora?”.
El resignar es la determinación de los cobardes, pues los que van de fuertes, en sus armaduras, resuenan del hueco, de vidas vacías.
Tormentas que no se muestran, puntas del iceberg de caras largas… Pues algunas penas solo dentro lloran.
Llueve sobre las calles de nuestros seres como en las calles de Paris, majestuosas en el fondo, nunca dejaran de ser gris.
Hay vacíos analgésicos, pesos de control anti-crisis en la balanza. Mecanismos de defensas, y guardias altas. Hay vacíos que hacen de nuestros destinos la patética visión de un boxeador manteniendo la moral, en su descenso, hacia la lona.
Seamos frágiles pues!
Es mas fácil ser cobarde y olvidar,
Que recodar, y añorar-te.
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1 comentario:
La resignación es la gasolina que queda después de quemar el último cartucho. Después de cerrar los ojos y lanzarnos al vacío, la resignación es el momento antes de que mis huesos hayan destrozado las baldosas de la acera. La sangre que todavía mana caliente y mañana limpiarán los barrenderos con agua a presión. Eso es la resignación, dicen, mientras se cuela entre las rendijas de la alcantarilla.
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